Te vi que llorabas, llorabas por él-
me cantaba con la ternura de un niño, iluminando la mañana que
austera, me cuenta que otra vez iba a ser todo igual a lo de ayer...
No se si por sus intenciones, o la nobleza de un corazón tan casual,
pero tenía perdida la mirada cada vez que me alcanzaba los pañuelos,
supongo que no ha de ser tan sencilla la tarea de desenterrar ese
oxidado clavo, y aún peor, limpiar el desastre después de haber
trabajado tan arduo. Pero los acordes seguían sonando, el mate
cebadito tal cual me gustaba, y sacarle lo careta al día con uno de
esos cigarritos que me enseñaron otras manos... Pero ahí estaba,
tan tieso, tan indefenso que casi no recuerdo quién fué la última
persona a la que vi tan vulnerable como pude observarlo esa mañana
al soldadito de plomo ese. El sol me daba en la cara, justo como
antes y las sábanas seguían blancas, sólo faltaba el florero
pequeño de la esquina, ah si, y había un cuadro nuevo, pero todo lo
demás seguía exactamente igual: la calidez de su felicidad al
tenerme de nuevo, la sinceridad tan brutal que caracteriza al dueño
de los ojos mas expresivos que jamás haya visto, si, jamás volví a
ver esos ojos, ni tanta verdad junta: el tiempo no había pasado para
nosotros dos. En ese momento, volvimos a ser los de antes, esos que
jamás tendrían que haberse alejado, volvimos y fuimos nosotros dos,
la ventana y su guitarra, el sonido de una cuerda que se rasga
desesperada por volver a seducirme y -como quién no quiere la cosa-
miraba distraída los muebles, aunque por dentro el fuego me consumía
de la misma manera que lo hizo hacía un año atrás. El lugar era el
mismo, las ganas eran las mismas y la noche repleta de estrellas
pedía a gritos ser devorada. Las horas ahí dentro pasaron, lentas y
sumisas, mas en un parpadear todo me cambió, me perdí y no supe
volver, encontré un camino que parecía hermoso y se volvía una
tortura, no podía conmigo misma y ahí caí: ya no era la misma.
Nosotros, nuestros ojos, mis labios, su piel, mi mirada no era la
misma: ya había corrido demasiada agua debajo de este puente como
para volver a fingir que todo podía resultar nuevo e interesante,
precioso, un diamante perfecto y bien pulido. No. No y no y mil veces
no, ¿acaso podría ser tan ingenua al pensar que el cero es siempre
el origen de todo? No soy un animal de costumbre pero llevo dentro
ese instinto que solo las fieras mas salvajes tienen: salí corriendo
otra vez, desesperandome en el intento por ocultar la razón que me
llevó hasta ahí, mas su viveza era impúdica, nata era un don y
como era de esperarse, sin decir una palabra me dijo todo con un
abrazo. Un abrazo que duró horas eternas, cuando en realidad fueron
escasos segundos, volvió a tomar la guitarra y con la voz quebrada,
a punto de estallar, siguió emulando al único compositor al que
ambos admirábamos, una vez mas abrí una puerta, que sin saber donde
me llevaría, estaba dispuesta a descubrir... Quizá ese abrazo fué
todo lo que necesitaba para saber si todo seguía igual, fue mágico
en algún punto y tengo al firma convicción de que tal vez, solo tal
vez si el tiempo se vuelve a detener, nosotros seguiríamos sintiendo
lo mismo, y esa pasión siempre permanecerá intacta. Mas el miedo,
ese monstruo tan gigante, seguía merodeando por mi cuadra, ya nunca
mas volvería a escuchar su canción...
Hasta
la próxima <3